El río Gállego se ha desbordado esta semana por tercera vez en un año, anegando con tesón las riberas que el hombre ha arrebatado y usurpado para instalar cultivos, caminos y viviendas ilegales desde Villanueva y Peñaflor hasta la desembocadura en Zaragoza.
Si el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, los ríos Ebro y Gállego ya nos han dado tres avisos bien claros de lo que sucede cuando no escuchamos o no hacemos caso a la naturaleza.
La vegetación ribereña, como es natural, soporta bien y se recupera rápidamente de las embestidas de la corriente cuando las aguas vuelven a su cauce normal, mientras que los cultivos agrícolas instalados en sus dominios han sufrido importantes daños por ser inundados reiteradamente y en fechas tan tardías.
Se dice que este es un país de necios, por ello en vez de pedir opinión y sabio consejo a los científicos y expertos de nuestras Universidades, se prefiere dar voz y pábulo en los medios de comunicación a políticos ignorantes que exigen una y otra vez la limpieza del cauce o la construcción de nuevos diques y motas.
Agricultores y colonos ilegales solicitarán otra vez que con el dinero de todos se les indemnice y se construyan nuevas "defensas", negándose a reconocer la evidencia de que las riberas donde algunos se han instalado en las últimas décadas siempre han pertenecido al río, y que las obras exigidas son, además de costosísimas e inútiles, causantes o agravantes de las propias inundaciones de las que son víctimas.
¿Cuanto dinero público han gastado las administraciones para proteger los cultivos, chatarrerias y edificaciones ilegales de particulares en las zonas inundables? ¿Pagar una minúscula contribución urbana en un ayuntamiento permisivo es suficiente para consolidar los derechos de uso del terreno y hacer en ellos lo que se quiera, aunque esté prohibido? ¿Cuando y quien tendrá el valor de poner fin a este sinsentido?
Para saber más sobre las crecidas:
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